Redacción / Ventanaver. Xalapa, Ver., 01 de mayo de 2022.- El pasado 26 de abril de 2022, para conmemorar el XXX Aniversario del restablecimiento de las relaciones entre la Santa Sede y México, la Nunciatura Apostólica invitó al Secretario de Estado Vaticano, el Emmo. Card. Pietro Parolin, para ofrecer la conferencia Laicidad positiva y libertad religiosa. Durante su discurso el Cardenal Pietro Parolin abordó tres temas: la laicidad positiva, la libertad religiosa y el papel de México. Destacamos algunos elementos de su discurso.
LAICIDAD POSITIVA. El Cardenal Parolin subrayó que “La Iglesia Católica está en primera línea para servir a toda la población en los diversos ámbitos de su acción pastoral de evangelización”. El cristianismo, agregó, “no es simplemente un culto que afecta la esfera privada de una persona, sino una fe que transforma la manera de interactuar en la vida y en la sociedad”. “Muchas contribuciones de la doctrina cristiana están en la base de varios programas políticos y económicos de las sociedades democráticas de hoy. Estas contribuciones nos muestran que la Iglesia Católica es una valiosa colaboradora de los Estados donde ella ejerce su actividad pastoral para la promoción de la armonía social y la búsqueda del bien común. La laicidad “positiva” consiste en reconocer mutuamente el papel y los valores que el Estado y la Iglesia están llamados a ofrecer en la sociedad. El Estado y la Iglesia sirven al mismo pueblo desde ámbitos diferentes.
LA LIBERTAD RELIGIOSA. Ciertamente para que la Iglesia pueda efectuar su función pastoral necesita que el Estado le garantice la libertad religiosa, que es un derecho fundamental que brota de la dignidad de la persona humana. La libertad religiosa surge de la naturaleza profunda de cada ser humano. Este derecho humano no sólo protege los derechos de los creyentes sino también de los no-creyentes para vivir con entera libertad, de manera individual o asociada, en la vida privada o en el espacio público, de acuerdo a sus convicciones sobre el significado último de la vida.
Estamos llamados todos, señaló el Cardenal Parolin, a contribuir cada día más a la promoción de nuestra sociedad. Hay muchos logros de las generaciones pasadas y retos de futuro. “No los tenemos que mirar como una ocasión de división, sino como una oportunidad para trabajar juntos”. El Estado y la Iglesia se ayudan y aprenden mutuamente: es un proceso de maduración espiritual, es un camino en común de escucha y promoción de valores democráticos y sociales, para dar esperanza a quien se resigna a la lógica del conflicto, a quien sigue cínicamente la búsqueda de la ganancia a cualquier precio, a quien se entrega desesperado a los métodos inicuos de la violencia.
EL EJEMPLO DE MÉXICO: En los orígenes de la nación mexicana, estuvieron presentes dinamismos diferentes y hasta opuestos. La espada caminó junto con el evangelio. En el inicio de este complicado proceso de encuentro de mundos igualmente religiosos y fieles a sus creencias, como desiguales en cosmovisión, recursos y cultura, en algunas ocasiones no sólo prosperó el abuso y maltrato hacia los conquistados, sino también un marcado rechazo hacia las culturas indígenas e incomprensión de sus profundos valores. Se originó así, también por parte de algunos indígenas, una resistencia y hasta rechazo a la evangelización, según el testimonio de algunos cronistas. En esta difícil y contradictoria situación no faltaron valientes evangelizadores defensores de la dignidad y de los derechos humanos de todos, ahí están Bartolomé de Las Casas, Vasco de Quiroga, Toribio de Benavente “Motolinía”, San Junípero Serra, y muchos otros que “contribuyeron enormemente no sólo a la creación de propuestas integrales de liberación y promoción humana sino a la integración de los pueblos en una nueva comprensión del mundo”.
En este proceso de encuentros y desencuentros se dio también el acontecimiento guadalupano que conquistó el corazón humano basándose en el amor a la libertad y a la dignidad de todos. Lo que desde el punto de vista humano parecía conducir a una forma más de colonización y sometimiento, tuvo un giro inesperado gracias a las milagrosas apariciones de Santa María de Guadalupe a san Juan Diego en 1531. En el mensaje guadalupano no hay reproches ni amenazas por parte de la Virgen. No hay imposición ni violencia. Al contrario, una gran ternura y paciencia que asume los lenguajes y signos propios de la cultura prehispánica. La misteriosa atracción de María de Guadalupe llevó a españoles e indios, a una nueva manera de comprenderse y relacionarse desde la fe en Jesucristo ya presente en la naciente Iglesia de este Continente”.
El cardenal Parolín enfatizó que “en México, la Iglesia y el Estado están llamados a ser un ejemplo para los demás países, para mostrar que es posible superar extremismos y polarizaciones, creando cada vez más una cultura de fraternidad, de libertad, de diálogo y de solidaridad”. A través del Cardenal Parolin “la Santa Sede reitera su plena disponibilidad a ofrecer su contribución en favor de la paz y del bien de todos”.
Pbro. José Manuel Suazo Reyes