El Palacio de Cobián
Tercero Interesado
Carlos Tercero Solís
Dentro del sinnúmero de edificios históricos en México, difícilmente existe alguno que haya sido testigo, origen y destino, de tantas decisiones y negociaciones trascendentales para la vida nacional, como el “Palacio de Cobián”, parte central del Conjunto Bucareli y sede de la Secretaría de Gobernación, con una belleza arquitectónica que data del Porfiriato, y que, desde 1911 se considera catedral de la política y uno de los símbolos más notables del poder en México.
Más de un siglo ha transcurrido desde que el destacado revolucionario, líder antirreeleccionista y Secretario de Gobernación de Francisco I. Madero, el Coronel Abraham González Casavantes, (quien hoy da nombre a una de las cuatro calles que delimitan a las oficinas centrales de SEGOB), despachara los asuntos de la política interior en la casona de Bucareli.
Previo a ello, y con un legado e historia que data de 1822, grandes personajes y próceres han ocupado el encargo con la designación de Secretarios de Estado y del Despacho de Relaciones Exteriores e Interiores; Ministros del Interior; Ministros de Relaciones Exteriores e Interiores; Ministros de Relaciones Exteriores, Gobernación y Policía; Ministros de Gobernación; o Secretarios de Relaciones Exteriores y Gobernación; entre ellos, tal vez el más ilustre, Benito Juárez García, quien ha sido, además, el único mexicano en presidir cada uno de los tres poderes del Estado.
Desde entonces (1911), más de ochenta actores de primer nivel en la política nacional, entre ellos una mujer, la ministra Olga Sánchez Cordero, han despachado desde la casona de Bucareli; hablamos de personajes de la talla de Jesús Flores Magón, Victoriano Huerta, Lucio Blanco, Plutarco Elías Calles, Adalberto Tejeda, Emilio Portes Gil, Carlos Riva Palacio, Lázaro Cárdenas del Río, Miguel Alemán Valdés, Ernesto P. Uruchurtu, Adolfo Ruiz Cortines, Angel Carvajal, Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría, Mario Moya Palencia, don Jesús Reyes Heroles, don Fernando Gutiérrez Barrios y Carlos Abascal Carranza, por citar tan solo a los más insignes, para llegar al presente con Adán Augusto López Hernández, al frente de la política interior del país.
Despachar como coordinador del Gabinete Legal en Bucareli, ha sido el paso previo a la Presidencia de la República en diversas ocasiones, –aunque tiene más de cincuenta años, que dicha circunstancia no se cumple–; la última vez que sucedió fue en 1970 con el Presidente Echeverría, sin embargo, después de ello han estado cerca de lograrlo (en mayor o menor medida), don Fernando Gutiérrez Barrios, Francisco Labastida, Santiago Creel y Miguel Angel Osorio Chong.
Hoy, de manera contundente, la historia concede nuevamente al residente principal del Palacio de Cobián, la posibilidad real de suceder al Presidente de México, el Secretario de Gobernación –Adán Augusto–, se perfila ya, en un cercano tercer lugar, que se fortalece sin prisa, pero sin pausa, en lo que puede validar una vez más, la sentencia popular de que “caballo que alcanza gana”.
La vida y, en ello, la trayectoria profesional, me ha concedido la enorme oportunidad de trabajar en Palacio Nacional, en el Palacio Municipal de Xalapa, en los Palacios de Gobierno de Veracruz y Morelos, así como en el Palacio Legislativo de San Lázaro; pero, para quienes somos apasionados de la política, colaborar en la Secretaría de Gobernación y hacerlo desde un espacio del Palacio de Cobián, es, no solo motivo de satisfacción personal y profesional, sino hecho que comparto con agrado y orgullo.
Prácticamente, será cuestión de medio año para que, una vez sorteados los procesos electorales de Coahuila y el Estado de México, se precipiten las definiciones en torno a quién será el candidato de Morena a la elección presidencial de 2024 y saber entonces, qué tan a gusto está lo pesado, la cúpula que decide, con los resultados de las encuestas y saber también, si el prodigio del Palacio de Cobián ha retomado su fortaleza. Mientras tanto, expreso mis mejores deseos para que en cada hogar de México, se haga presente el espíritu de la Navidad.
Carlos Tercero
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