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Juan Javier Gómez Cazarín*

Desde el puerto de Veracruz, a donde vine como uno más de los muchos turistas nacionales y extranjeros a disfrutar del mejor Carnaval del mundo, el viernes pasado seguí la transmisión en vivo de la inauguración de la Refinería Olmeca en Dos Bocas.

En marzo de 1979 cuando se inauguró la refinería de Cadereyta, en Nuevo León, muchas y muchos no habían nacido o éramos muy chamacos. Hasta la semana pasada, 43 años después, esa refinería era la más nueva del sistema nacional de producción de combustibles.

Como yo, al menos dos o tres generaciones de mexicanas y mexicanos no teníamos memoria de la inauguración de una refinería nueva en México.

Miguel de la Madrid, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña no pudieron o no quisieron construir una refinería. De hecho, para mayores señas, Carlos Salinas cerró la refinería de Azcapotzalco (porque contaminaba el entonces Distrito Federal) y Felipe Calderón construyó la barda de lo que sería la refinería de Tula, Hidalgo (pero se clavaron el resto del billete).

Durante décadas, nuestro país exportó petróleo para importar gasolinas y diésel porque nuestras refinerías no se daban abasto. El negocio lo hacían unos cuantos y el precio de nuestros combustibles pasó a depender de los intereses extranjeros.

Por eso estoy convencido de que la inauguración de la refinería Olmeca es un hecho histórico. Sin duda es un logro del presidente Andrés Manuel López Obrador, que tuvo la visión –desde antes de ser Presidente- y que le encargó la tarea a la persona idónea para sacarla adelante: la eficaz, talentosa y comprometida secretaria Rocío Nahle García.

Pero más allá del logro personal que nadie les puede discutir al Presidente y a la Secretaria, creo que mexicanas y mexicanos deberíamos asumir con orgullo a la nueva refinería como un logro nacional. Es como cuando la Selección gana un partido y se borran las rivalidades entre equipos de futbol cuyos jugadores participan en esa alineación.

Deberíamos entender a la Refinería Olmeca como un éxito de México y abrazarla como un mérito compartido por todas y todos los que participamos en la transformación del país.

Algunas y algunos en la oposición política al Presidente, cegados por su aversión a la 4T, insisten en privarse de esa dicha. Primero dijeron que la obra no se iba a poder hacer ahí, que se iba a hundir en el suelo blando. No se hundió. Después, que no iba a estar lista a tiempo. Estuvo a tiempo. Ahora dicen que es pura faramalla, que la fase de pruebas será interminable y que nunca producirá gasolina. En un año, cuando produzca gasolina, inventarán algo más.

Así pasó con el aeropuerto y así dicen del Tren Maya.

La gran mayoría de mexicanas y mexicanos, por lo pronto, sí podemos estar de fiesta.

*Diputado local. Presidente de la Junta de Coordinación Política.

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