Conociendo al oponente
Tercero Interesado
Carlos Tercero Solís
El acaloramiento político que generan las campañas prácticamente convierte en campo de batalla al proceso electoral, donde la estrategia se convierte en armamento y la información en munición. En este contexto, una táctica que ha cobrado relevancia es el acopio de información de inteligencia política, a través de la investigación del oponente, conocida en inglés como «opposition research«, enfoque estratégico que implica la recopilación, análisis y uso de información sobre los oponentes políticos con el objetivo de desacreditarlos, minar su credibilidad y ganar ventaja en la contienda, por tanto, instrumento poderoso, aunque controversial, que redefine el juego político y la percepción pública. El concepto es elemental: “Conocer y comprender al adversario”. La investigación del oponente ayuda a candidatos y sus equipos a comprender las fortalezas (para anticipar ataques), debilidades y posibles vulnerabilidades de sus oponentes y con la información obtenida, recalibrar las estrategias de campaña, diferenciarse del oponente, incidir en la narrativa de la campaña y marcar diferencias.
Es un hecho que la práctica sistemática del opposition research es parte inherente a las campañas electorales, desenterrando información comprometedora sobre los adversarios políticos, poco escrupulosa incluso en los detalles personales, aspectos profesionales y de la vida pública de las y los candidatos y actores políticos, que espera encontrar vulnerabilidades que puedan ser explotadas para debilitar la posición del oponente y aumentar las posibilidades de victoria propia. Su uso se ha intensificado, especialmente con la llegada de las redes sociales y la democratización de la información, tornando las campañas en espectáculos mediáticos donde la imagen y la reputación son cruciales. En este escenario, la información negativa es arma de doble filo, capaz de generar impacto tanto en la opinión pública como en los resultados electorales.
Uno de los enfoques más comunes es la investigación exhaustiva de los antecedentes personales y profesionales de los candidatos rivales, que puede implicar la revisión de registros públicos y privados, entrevistas con fuentes cercanas, análisis de discursos previos, su evolución patrimonial y trayectoria en el servicio público, así como su presencia y comportamiento en redes sociales, pues en esta era, cada vez más digital, el monitoreo de plataformas y redes sociales es obligado y se ha convertido en una herramienta crucial para identificar posibles puntos débiles en la imagen y credibilidad del oponente. Su práctica no está exenta de polémica, puede ser percibida como desleal y poco ética dada la difusión de dicha información o la manipulación de hechos con el propósito de dañar la reputación del oponente; por tanto, es fundamental establecer límites éticos y legales en el uso de esta estrategia, a pesar de su potencial de influir significativamente en el resultado de las campañas electorales. La revelación de información comprometedora puede minar la confianza del electorado en un candidato y cambiar el curso de la contienda. Sin embargo, también existe el riesgo de que estas tácticas se vuelvan en contra del propio equipo de campaña, especialmente si la información desenterrada es percibida como manipulada o injusta, mermando la credibilidad del proceso electoral.
En un panorama político altamente competitivo y mediático, investigar al oponente seguirá siendo una actividad valiosa en las campañas electorales. Sin embargo, es crucial que los actores políticos actúen con responsabilidad y respeto para preservar la integridad del proceso electoral y fortalecer la confianza ciudadana en la política y en las instituciones. Sería ideal que la verdadera fortaleza de un candidato, o de su estrategia de campaña, radicara en su capacidad para presentar propuestas sólidas y construir un vínculo genuino con el electorado, más allá de las tácticas tendientes a desacreditar a sus oponentes; sin embargo, es una realidad que el controversial recurso de investigar al oponente, es una herramienta que se vuelve poderosa en manos de un buen estratega en los cuartos de guerra de las campañas, a pesar de no siempre estar sujeta a los estándares morales y legales más estrictos.
Carlos Tercero
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