ColumnaGILBERTO SALAZAR

Entre guajolotes y pavorreales

Gilberto Salazar

Ahora que estoy usando con mayor regularidad redes sociales, di con la cuenta de Instagram de Mario Elsner (@marioelsner_), quien es consultor, conferencista internacional y mentor de líderes; CEO de Busines Game Changers, escuela de formación de liderazgo[1]; además de colaborador del periódico especializado en economía y finanzas “El Economista”.

Pues bien, el 26 de marzo pasado, publicó unas diapositivas, con el título “EL PAVORREAL DE LA OFICINA NO ES EL QUE MÁS TRABAJA … ES EL QUE MEJOR LO APARENTA”, en referencia a la caracterización de un tipo de trabajador al que se le denomina en inglés como productivity peackocking, algo así, como “productividad presuntuosa”.

Según Elsner, este tipo de colaboradores, que bien podríamos llamar pavorreales de oficina, se caracterizan por ser personas que hacen todo parecer ocupadas, pero que son incapaces de generar resultados reales.

Refiere que, los pavorreales de oficina, siempre están en reuniones, pero nunca resuelven nada, son quienes hablan mucho, interrumpen más, pero cuando se les pide un entregable, desaparecen.

Envían correos electrónicos a deshoras, sólo para demostrar su compromiso con la organización; sin importarle si la comunicación no aporta nada, lo importante es que todos vean que trabaja hasta tarde.

Concluye destacando que este tipo de colaboradores, usan palabras rimbombantes para disfrazar su falta de impacto; y advierte: si alguien usa más palabras de moda que datos concretos, cuidado: probablemente está vendiendo humo.

Ustedes, ¿conocen, o han conocido algún pavorreal de oficina? Yo sí, y la verdad es que es muy incómodo trabajar con ellos, por la simple y sencilla razón de que no trabajan, son expertos en simular que lo hacen, pero más aún, en proyectar una imagen de ser muy importantes para la organización.

Suelen ser expertos en la lisonjería, y aprovechan la avidez de reconocimiento o la inseguridad de algunos jefes, para nadar de muertito, en un escenario de simulación y sobreactuación –aparente- para generar una percepción distorsionada de su contribución a los procesos productivos.

No me quedé con la duda, e indagué más sobre el término, y me sorprendió la cantidad de artículos y entradas en la red, que dan cuenta de ese fenómeno organizacional, que caracteriza la conducta de algunos colaboradores, que son muy buenos pavoneándose, exhibiendo su plumaje, pero que resultan ser francamente improductivos.

Gémini, la IA de Google, destaca que los pavorreales de oficina se caracterizan además por exagerar la importancia de sus asignaciones; así como de su tiempo de ocupación laboral –son los primeros en llegar y los últimos en irse, pero la mayor parte del tiempo están en la cafetería, fumando en las áreas reservadas, o bien platicando en los pasillos-; y evitan comprometerse a entregar resultados concretos –suelen expresarse con términos ambiguos: ya casi termino, ahorita queda, estoy trabajando en ello … ¿les suena?.

Ahora, si tropicalizamos el concepto, ¿cómo lo podríamos llamar en México?

¡Exacto!, guajolotes improductivos, pues hacen más ruido que lo que resuelven, se mueven mucho, hacen mucho ruido y se aseguran que los vean pavoneándose durante su jornada laboral, para que todo el mundo constate lo ocupados que están, y la forma en que ¡sólo ellos saben resolver!

– José: ¿Que tal Mario, cómo va tu día?

– Mario: (con evidente sentido de urgencia) ¡¡¡¡¡Súper ocupado!!!!!, ¡el jefe me acaba de pedir que haga mil impresiones de una circular! y para de malas ¡la copiadora se quedó sin papel!, discúlpame, voy corriendo al almacén, ¡Por que uuuurgen!

¡Mucho ruido y pocas nueces!; cuanto drama por unas impresiones.

Ya platicamos de pavorreales y guajolotes organizacionales; y considero que tenemos claro que no es muy sano integrarlos a ningún equipo de trabajo, pues son especialmente improductivos.

Entonces, ¿Qué tipo de perfiles deberíamos integrar a las organizaciones o equipos de trabajo?

Las águilas o los halcones, pueden parecer muy atractivos; sin embargo, nunca hay que olvidar que, ante todo, se trata de depredadores; así que, si usted está seguro de que no se encuentra por debajo de ellos en la cadena alimenticia, ¡Adelante!, sin duda serán una gran adición a su equipo de trabajo; pero si no es así, ¡Prepárese!, ¡porque se lo van a chingar!

Ahora que lo pienso, en el contexto del proceso para la elección de personas juzgadoras, y a una semana de que iniciaron las campañas, hemos podido ver muchas candidaturas; y ¡hay de todo!: pavorreales, guajolotes, águilas y halcones.

El reto para la ciudadanía será evitar a toda costa pavorreales y guajolotes, pues son como las papas fritas, ¡Tienen mucha publicidad!, parecen atractivas, pero, ¡son más aire que contenido!

El problema con las águilas y halcones, es que nunca dejarán de ser depredadores, así que, ¡Aliméntelos bajo su propio riesgo!

¡Quizá deberíamos definir nuestro voto a favor de otras especies menos llamativas, pero más productivas!

Los carpinteros o colibríes parecen ser mejor opción; ustedes, ¿qué otra especie (tipo de candidatura) sugerirían?

Gilberto Salazar


[1] Según información publicada en “El Economista” https://www.eleconomista.com.mx/autor/mario.elsner

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