ColumnaGILBERTO SALAZAR

¿Inteligencia artificial aplicada al derecho?

En la opinión de Gilberto Salazar

Parece una idea extraída de una novela de ciencia ficción: “la corte del Juez Bot”; incluso se antoja un poco disparatada y una posibilidad muy lejana y quizá hasta imposible que algún día lleguemos a ver tribunales en los que los juicios sean atendidos de manera autómata a través de la aplicación de la inteligencia artificial; sin embargo en 1865 el viaje “De la tierra a la luna” parecía imposible y a pesar de ello, Julio Verne se las arregló para construir un relato que inspiró e hizo soñar a generaciones con superar la última frontera.

Casi 104 años después, el 20 de julio de 1969 la misión estadounidense Apolo 11 completó por primera vez en la historia de la humanidad el viaje de la tierra a la luna. No hay imposibles, ni barreras que el ingenio de la humanidad no pueda superar.

¡Todo comienza con un sueño!, o ¡Con una pesadilla!, precisamente esa que produce en algunos de nosotros que ejercemos la abogacía, la idea de que algún día podamos ser sustituidos por una máquina.

¿Se puede delegar la impartición de justicia a un algoritmo?, ¡de que se puede, se puede!; sin embargo considero que es algo que las máquinas no pueden hacer correctamente, pues para eso se requiere feeling, y sólo se desarrolla a través de la experiencia, como se suele decir, a golpe de de sentencias, que nos permiten discernir lo que es “justo” en cada caso. No obstante, debemos aceptar que la impartición de justicia automatizada, a través de la aplicación de la Inteligencia Artificial, es un escenario posible.

Quizá no en lo inmediato, pero si no nos tomamos en serio la aplicación de la Inteligencia Artificial en la administración de justicia, podríamos condenar a futuras generaciones a ser rehenes de una tecnología que, si no se le controla y se le utiliza como lo que es: una herramienta al servicio de la humanidad, puede generar muchos problemas.

Y no, no es que me haya traumado con la visión distópica de Terminator (Cameron 1984) en la que las máquinas asumen el control del mundo y esclavizan a la humanidad; o como en Matrix (Wachowski 1999) en la que las computadoras utilizaban a los seres humanos como fuentes de energía, manteniéndolos en un sueño profundo, en el que vivían fuera de la realidad.

Estas líneas vienen a cuento, porque hace algunas semanas, un amigo mío me consultó sobre una resolución administrativa que le fue notificada y le resultaba adversa; y que, después de analizarla concluí que fue elaborada presumiblemente con Inteligencia Artificial, y para de malas de quien la utilizó, lo hizo mal.

El contexto, una persona acudió a una entidad pública para obtener su registro en su padrón de proveedores; para ello uno de los requisitos sustanciales es “estar al corriente del pago de sus obligaciones fiscales”; para acreditar ese requisito sustancial, se solicitan requisitos formales, como son: la constancia de cumplimiento de obligaciones fiscales ante el SAT y exhibir los comprobantes de pago de impuestos de los últimos cinco meses.

Pues bien, resulta que la persona interesada, omitió exhibir los comprobantes del pago de impuestos de un mes, de los cinco que le eran requeridos, situación que determinó a la entidad pública negarle el registro; lo que, desde luego le causó una afectación a sus derechos, pues se trató de una medida desproporcionada.

¿Qué fue lo que pasó?, pues que el “sistema” de manera binaria “decidió” que al no exhibir uno de los requisitos formales –le faltó un documento- debía negar su registro como proveedor; ¡Ahhh!, y ofreció otra “razón”: “En el formato X, el solicitante registró de manera incorrecta el nombre de la convocatoria, pues le faltó la palabra “personas””.

Como dijera Pascal Beltrán del Río ¡Válgame Dios!

¿Qué se debió resolver en ese caso? pues, procurar la protección más amplia de los derechos humanos de la persona, conforme al principio pro persona establecido en el artículo 1 de la Constitución; por lo que se debió valorar si la omisión y error advertidos eran sustanciales, o si se trataba sólo de cuestiones de forma.

De tal manera, cualquier persona con más de dos dedos de frente, puede concluir que, si el requisito es, estar al corriente en el pago de impuestos, y el interesado exhibe la constancia de cumplimiento emitida por la autoridad que cobra los impuestos, ¡Es evidente que el requisito está cumplido!, y lo demás, son detalles.

Afortunadamente, para eso existen los medios de impugnación, jueces y tribunales; justamente para enmendar los errores o excesos de las administraciones públicas, y restituir el goce de los derechos a los justiciables.

Estoy seguro que mi amigo obtendrá resolución favorable, pero ¡Qué necesidad!, ¿Qué terquedad la de algunos colegas de inscribirse en una dinámica que, por el momento, no resulta natural al derecho? Pues éste no es binario ni univoco, sino que es subjetivo, sujeto a interpretación.

¡Sí!, para ejercer la abogacía, y más aún para ser juez, se requiere tener una comprensión especial de las cosas que sólo pueden lograr los seres humanos, pues por el momento, las máquinas no pueden tener ese feeling para discernir lo que es justo, ¿Cómo habría resuelto esa misma IA la disputa entre Basiano y Sylock?, protagonistas de El mercader de Venecia (ver ¡Oh sabio y excelente Juez! 25/10/2024).

No podemos saber si la práctica del derecho será una más de aquellas profesiones que tienden a volverse obsoletas por el desarrollo de las tecnologías de la información, de las que relata por ejemplo Andrés Openheimer en “Sálvese quien pueda” (2018); sin embargo, resulta un hecho innegable que la automatización y la inteligencia artificial están cambiando la forma en que se trabaja en el mundo.

Los abogados podemos ser ajenos a esta realidad, o bien podemos buscar la forma de adaptarnos a la dinámica que imponen estos elementos novedosos en la forma en que se desarrollan los procesos productivos, cómo trabajamos, así como los bienes y servicios que demandamos.

En este contexto de innovación, debemos actuar con responsabilidad, y no pretender que una máquina o una inteligencia artificial nos saque la chamba, pues actuar así nos podría acarrear serios dolores de cabeza.

Pensemos que en caso que les platiqué, hubiese resultado correcto, es decir, que la IA hubiese decidido bien; y que, a pesar de haberse impugnado su resolución, un Tribunal –humano dese luego- la hubiese confirmado. ¿Qué cree usted que haría el empleador de aquél o aquellos oficiosos abogados que decidieron que un “sistema” hiciera su trabajo?

¿En realidad somos tan ingenuos, que creemos que las inteligencias artificiales serán capaces de construir esa utopía que soñamos, y nos saquen de chambear?, ¿Creemos que los robots se ocuparán de todo el trabajo y nosotros nos dedicaremos en exclusiva a actividades lúdicas o al ocio?

¡Me niego a aceptar que seremos esa sociedad obesa y embotada, a la que todo le resuelven las maquinas, y que magistralmente retrata la película de Disney Wall-E (Stanton-2008)!

No dudo que en un futuro las máquinas puedan suplir en todo al ser humano, lo que no creo es que sirvan a la humanidad. Considero que como es, y siempre ha sido, solo servirán a sus propietarios o tenedores, o ¿a poco van a beneficiar con su trabajo a por otros que no sean sus usuarios primarios?

Pienso que si nos atontamos, el futuro de la humanidad podría ser más parecido al que plantean Elysium (Blomkamp 2013) o Autómata (Ibañez 2014), una sociedad más desigual que la que tenemos ahora.

Gilberto Salazar

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