ColumnaGILBERTO SALAZAR

Para revitalizar la representación política.

“Una reforma política no suple, no puede suplir, la configuración que una sociedad tenga en el ámbito político. Ayuda o puede ayudar a que se mejoren en aspectos políticos de la sociedad, pero no le da a ésta aquello de lo que carece”. -Jesús Reyes Heroles

Por fin llegó la hora de concluir la revisión de los componentes que integra nuestro sistema político y la forma en que se articula el sistema de partidos, en relación con el ejercicio de la representación política.

El pretexto: el anuncio de la Presidencia de la República, sobre la presentación de una iniciativa de reforma a la Constitución en materia político – electoral; la promesa de mi parte: compartir con ustedes algunas ideas para mejorar el ejercicio de la función representativa que les es encomendada a nuestros diputados.

Pues bien, en las últimas cuatro semanas revisamos aspectos como la desgastada imagen pública que tienen los diputados, en particular los plurinominales; la promesa de la autora de la iniciativa de limitar la concentración de poder en las cúpulas de los partidos para definir la nómina de candidaturas, mediante su eliminación del sistema político.

Constatamos la falacia relativa a la improductividad de quienes integran la Cámara de Diputados, pues a partir de la revisión de la numeralia parlamentaria entre diversas legislaturas, pudimos advertir que, contrario a la creencia general, los diputados plurinominales, suelen ser más productivos que sus pares que son electos por voto directo.

También describimos la forma en que se deciden las candidaturas de mayoría (voto directo), así como la forma en que se integran las listas de representación proporcional; y descubrimos que derivado de las reglas vigentes, en el primer caso, la carrera política de un parlamentario depende enteramente de la decisión de la alta dirección de los partidos políticos, lo que genera el fenómeno de la disciplina partidista.

En el caso de los plurinominales, establecimos que la integración de la lista de representación proporcional es definida mediante un intercambio entre grupos de poder fáctico y la cúpula de los partidos, que se manifiesta a través de la transacción: escaños seguros a cambio de votación cautiva.

Descubrimos que cuando se articuló un sistema de partidos pluripartidista, altamente competitivo (1997 a 2018), los partidos políticos perdieron la posibilidad de garantizar a sus candidatos el triunfo; lo que generó un efecto virtuoso: los diputados en funciones tornaron la mirada a su electores, y se preocuparon por representar sus causas, con lo que se revitalizó el ejercicio de la representación política, el federalismo, y, más importante aún, la división de poderes resultó funcional por primera vez en la historia política de nuestro país.

Pero no todo fue virtud. En ese mismo periodo, se manifestaron dos nuevos fenómenos: la micro legislación y el uso de la Constitución y la Ley como propaganda política.

La micro legislación, no es otra cosa que una simulación de productividad, y consiste en la práctica de presentar un gran número de piezas parlamentarias completamente irrelevantes, como aquellas que proponen ajustar el uso del lenguaje, o la homologación de un nombre o designación de determinada institución jurídica en el texto de una ley; o bien, la vieja confiable: proponer la inscripción de alguna leyenda o nombre con letras de oro en el recinto legislativo.

El uso propagandístico de la Constitución y la Ley, consiste en la práctica de algunas minorías legislativas de proponer auténticos disparates, que, no obstante, resultan muy atractivos al electorado.

Finalmente, fuimos conscientes de que, los diputados no se encuentran sujetos a un mandato imperativo, por lo que no se encuentran de ninguna manera a actuar necesariamente en un sentido determinado; si no que el ejercicio de su representación es más bien genérico: en representación del interés general, por tanto, difuso.

Sin embargo, los incentivos que resultan del diseño institucional establecido en la ley, han determinado que en el ejercicio de su función, los diputados de mayoría se comporten como soldados de su partido; y los plurinominales como personeros de quienes los patrocinan; generalmente, en perjuicio de los intereses de la ciudadanía, a la que deberían representar.

¿Cómo podemos revertir esa disposición?

Todo se trata de incentivos, y los incentivos para encauzar una conducta o nueva realidad, se integran en la ley.

Por ejemplo, en 1964, se incentivó la participación de las expresiones políticas minoritarias, permitiendo su inclusión en la Cámara de Diputados mediante la figura de los diputados de partido, con la finalidad de permitir la expresión de sus demandas por canales institucionales, y de esa manera, encauzar los movimientos sociales de la época.

En 1977, se incentivó la institucionalización de la participación política de las personas a través de los partidos políticos, mediante el reconocimiento de éstos como entidades de interés público, a las que se les encomendó la función exclusiva de postular candidaturas, para lo cual se estableció un régimen de prerrogativas para la consecución de sus fines. Asimismo, se incentivó la participación de las expresiones políticas, minoritarias, mediante la adición de 100 escaños electos por el principio de representación proporcional.

En 1986 se buscó desincentivar el avance de las expresiones políticas minoritarias, mediante la reforma al sistema político, pues si bien se incrementó el número de escaños en la Cámara de Diputados, con lo que creció la posibilidad de los partidos minoritarios para obtener un mayor número de curules; como en el Big Brother, las reglas cambiaron, y a partir de entonces, el partido mayoritario, participó en la asignación de diputaciones plurinominales, antes reservadas en exclusiva para los partidos minoritarios.

Asimismo, se incluyó la regla conocida como cláusula de gobernabilidad, que aseguraba al partido que obtenía el mayor número de votos en la elección de diputados, contara en todo caso, con la mayoría de votos en la integración final de la Cámara de Diputados, mediante la asignación de tantas diputaciones plurinominales, como fueran necesarias.

Entonces, es claro que una reforma al sistema político, no es otra cosa que un ejercicio de ingeniería política o electoral, para modificar ciertas variables en busca de un objetivo determinado. Para ello, se suben y se bajan palancas, se abren y cierran puertas; se establecen incentivos, o bien, se retiran.

De tal manera, las preguntas que se deben de hacer para plantear o bien, para analizar una iniciativa de esta naturaleza deben ser: ¿Qué fin u objetivo se persigue?, ¿Qué problema resuelve?, ¿En realidad es un problema?, y quizá más importante: ¿De dónde proviene la iniciativa?

La respuesta a la última cuestión, despeja las anteriores y permite advertir los detalles.

Pues bien, sin mayor preámbulo, a continuación, comparto algunas ideas para revitalizar el ejercicio de la representación política, el pluralismo político y la división de poderes.

  1. Reelección. La fórmula “sufragio efectivo no reelección”, resulta de un trauma histórico; la burra no era arisca, pero hemos tenido presidentes que nada más no querían soltar el poder; entonces, en un sistema presidencialista como el mexicano, tiene sentido la proscripción de la reelección, pero sólo para el Ejecutivo Federal –y quizá para gubernaturas-; sin embargo, para la elección de diputados, la reelección puede redundar en la profesionalización de los parlamentarios y fortalecer el vínculo entre representante y representados. El problema es que la reelección actualmente está condicionada a que el partido que lo postuló en primer orden, lo postule para la reelección, lo que afirma la disciplina partidista; una posible solución sería la liberación de la reelección, para que la permanencia de un parlamentario en el cargo, dependa enteramente de los electores, y no de los partidos políticos.
  2. Costo de operación del órgano legislativo. Uno de los argumentos recurrentes que se han utilizado para justificar las iniciativas de reforma política que se han impulsado desde el 2018, y que hasta ahora no se han consolidado es el excesivo gasto de algunos órganos, o el relativo a las elecciones. Pues bien, una alternativa sería regresar al diseño que se estableció en 1977, con 200 diputados de mayoría relativa y 100 de representación proporcional; reservando la asignación de escaños de representación proporcional exclusivamente a las expresiones políticas minoritarias.
  3. Umbral de votación. Si se quiere incentivar el pluralismo político, se deben establecer incentivos para la institucionalización de los partidos políticos emergentes, lo que se puede lograr reestableciendo el porcentaje de votación requerida y para tener acceso a la atribución de escaños de representación proporcional, al 2% de la votación total.
  4. Límites a la sobre representación. Desde la inclusión de los diputados de partido, la integración de los de representación proporcional (RP), el incremento de las plurinominales y las reglas de asignación de escaños de RP; así como el régimen de prerrogativas y financiamiento público; las reglas del juego político, históricamente se han establecido para asegurar el status quo, es decir que el partido mayoritario, siempre ostente esa condición y las minorías se mantengan como tales. Para superar esa disposición, se debería reducir el límite a la sobre representación al 2%.
  5. Acceso a Radio y Televisión. Una posibilidad para generar condiciones de verdadera equidad en la competencia política y la promoción del pluralismo político, sería la distribución igualitaria del tiempo en radio y televisión entre todos los partidos políticos.
  6. Financiamiento Público. Si hablamos de incentivos, tiene sentido premiar a la opción política que logra convencer a un mayor número de electores; sin embargo, se deben procurar condiciones para que las opciones emergentes se consoliden, y eventualmente logren ser mayoría, para ello se debería modificar la fórmula para la distribución del financiamiento público que corresponde a los partidos políticos; de tal manera, el 50% de la bolsa disponible, se debería distribuir en partes iguales entre los partidos políticos, y el restante 50%, de manera proporcional al porcentaje de votación obtenido en la última elección de diputados. Desde luego, se debe revisar a la baja la fórmula para el cálculo del financiamiento público para partidos políticos, que son las únicas entidades que tienen garantizado el quantum de sus ingresos en la Constitución, ¿pues de qué privilegios gozan?
  7. Elecciones primarias. Para incentivar la participación política de la ciudadanía a través de los partidos políticos, se debería establecer la realización obligatoria de elecciones primarias para seleccionar cuando menos el 50% de las candidaturas de mayoría relativa en un proceso electoral; con esto se asegura un amplio margen de maniobra a los partidos, atendiendo a su estrategia política y el cumplimiento de cuotas de inclusión.
  8. Régimen de coaliciones. La lógica de las coaliciones se sintetiza en la fórmula “te alías donde eres débil, o cuando eres débil”; de tal manera, atendiendo a esa condición, las coaliciones sólo deberían estar permitidas para las opciones políticas emergentes o minoritarias, como una suerte de acción afirmativa que les permita consolidarse y ser competitivos; por tanto, se debería prohibir postular candidaturas en coalición al partido político que haya obtenido el mayor porcentaje de votos en la elección inmediata anterior.
  9. Candidaturas independientes. Aunque tengo mis reservas en relación con la participación política de las personas por la vía independiente, hay que reconocer que es derecho constitucional de los valientes que se atreven, por esa vía, a participar en una elección de manera independiente a los partidos políticos. En tal sentido, se deberían flexibilizar los requisitos para obtener el derecho a ser registrado como tal. No sé cómo debería hacerse, sin embargo, es una cuestión que se debe revisar.

La anterior parece más una manifestación de buenos deseos que una posibilidad real para una reingeniería político – electoral que revitalice el ejercicio de la representación política, el pluralismo y haga funcional la división de poderes, pero, ¡se vale soñar!

Como alguna vez me dijo una buena amiga: ¡Gil, hay que soñar… después de todo, es para lo que nos alcanza!

Gilberto Salazar

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