México, frontera y puente del mundo
Tercero Interesado
Carlos Tercero Solís
En las últimas semanas, el regreso del presidente Trump a la Casa Blanca y las tensiones en la frontera con México, han acaparado la atención mediática. Este fenómeno no es nuevo; cada vez que estalla un conflicto en algún país o región del mundo, los connacionales de esos lugares buscan refugio en Estados Unidos, utilizando a México como puente y convirtiendo a nuestro país en frontera del mundo, en un punto de tránsito crucial para quienes huyen de la violencia, la inestabilidad y falta de oportunidades.
La postura del gobierno estadounidense de endurecer el acceso a su territorio es comprensible, aunque el mensaje de Trump pueda parecer estridente y poco diplomático. En esencia, busca resguardar la seguridad y estabilidad de su nación. La afluencia masiva de migrantes puede desestabilizar cualquier país y Estados Unidos no es la excepción. La seguridad nacional y la estabilidad económica son prioridades legítimas para cualquier gobierno y, más aún, para una potencia mundial como Estados Unidos.
México se encuentra en una posición delicada; como vecino inmediato de Estados Unidos y en ascenso para ser una de las diez economías más fuertes del mundo, debe lidiar con la marea constante de migrantes que buscan cruzar su frontera norte, flujo que no solo incluye a centroamericanos, sino también a personas de otras regiones del mundo en conflicto, tornándose en un complejo problema migratorio global focalizado en nuestro país, potenciando el desafío en materia migratoria para la frontera mexicana, que -cada vez más- tiene que afrontar el quedarse en su territorio con todos aquellos que no lograron acceso al sueño americano.
El endurecimiento de las políticas migratorias estadounidenses ha llevado a una militarización creciente de la frontera, pero hay que entender que no es una afrenta o agresión contra México y su pueblo, sino una acción que refleja la preocupación genuina de Estados Unidos por su seguridad interna que, por supuesto, deriva en interrogantes sobre el respeto a los derechos humanos y la dignidad de los migrantes, donde pragmáticamente hay que reconocer que la prioridad es salvaguardar la soberanía y seguridad de su territorio y su pueblo, por encima incluso, de las nobles intenciones de ayuda humanitaria.
La balanza entre seguridad y humanidad no es fácil de equilibrar; es un desafío que debe afrontarse conjuntamente. Aunado a la responsabilidad de proteger a los migrantes que transitan por nuestro territorio, debemos fortalecer el ánimo de cooperación internacional que se traduzca en soluciones viables que respeten los derechos humanos y garanticen, sobre todo, la seguridad de ambas naciones.
La crisis migratoria no es un fenómeno aislado; está directamente ligada a conflictos y crisis globales, desigualdades económicas y sucesos de violencia y delincuencia, factores que en su conjunto expulsan migrantes que llegan a México con vistas a alcanzar y cruzar la frontera norte, huyendo de la violencia, la pobreza extrema e incluso desastres naturales; por tanto, no es un problema exclusivo de México, sino de la comunidad internacional y, en consecuencia, requiere de soluciones integrales, conociendo y reconociendo las causas subyacentes que impulsan a las personas a abandonar su lugar de origen, –más allá del apercibimiento militar o la contención y bloqueo extremos–, como la promoción de la paz y la estabilidad en las regiones en conflicto, el fomento al desarrollo económico sostenible y la implementación de políticas ambientales que mitiguen los efectos del cambio climático y junto a todo ello, esfuerzos diplomáticos para promover la agenda global que aborde la problemática.
México, como puente hacia el norte, seguro encontrará equilibrio entre la protección de los migrantes, el apego a su tradición humanista, y el respeto a las leyes y derecho internacional, pero, sobre todo, ambas naciones deben comprender que, solo a través de la colaboración y el respeto mutuo, se podrá abordar esta crisis de manera efectiva y humanitaria. Son muchos los estadounidenses que quieren bien a México, entre ellos, Christopher Landau, Subsecretario de Estado, cuyo afecto por nuestro país trasciende aún después de su paso como Embajador.
Carlos Tercero
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