Diputados parásitos
En la opinión de
Gilberto Salazar
Hace algunos años, muchos años en realidad, leyendo un artículo académico que abordaba el tema de la productividad de los diputados federales en México, descubrí un dato que me sorprendió y honestamente me hizo encabronar: entonces de 500 diputaciones que integra la Cámara de Diputados, en promedio, sólo 40 eran productivos; es decir, únicamente esa proporción presentaba iniciativas de ley o reforma, propuestas de dictamen o puntos de Acuerdo; y sólo ellos participaban en los debates; el resto, limitaba su participación a levantar la mano para expresar su voto aprobatorio, según la línea recibida por sus coordinadores parlamentarios.
Esa información reforzó en mí la idea de que los diputados en México sólo asisten a las sesiones del Pleno de la Cámara de Diputados a chacotear, dormir, y desde luego, para levantar el dedo. No encontraba en aquel entonces una razón que justificara la elección de tantos diputados, si como lo evidenciaba esa investigación, sólo unos cuantos sacaban la chamba.
Era tan mala la imagen que tenían (¿tienen?) los representantes populares, que es común que el cine o la caricatura política, los retrate como personas abusivas, prepotentes que se consideran estar por encima de la ley, y que usualmente portan pistola o se hacen acompañar de guaruras, como signo para distinguirse del resto de la ciudadanía, pues eran intocabes.
Por ejemplo, en “La Tijera de Oro” (Alazraki, 1958), vimos como Tin-Tán se enfrentó a uno de esos abusivos personajes que pretendía bajarle a la mala a una de sus novias, amenazándolo de muerte, destruyendo su peluquería y enviando a sus achichincles a golpearlo.
En la historieta “Los Supermachos” de Rius, era común la aparición del “Diputado”, quien se caracterizaba por su prepotencia y cinismo, sólo superado por Don Perpetuo del Rosal, quien era el mero chingón (Presidente Municipal) de San Garabato de las Tunas y solía despachar en la cantina del pueblo, antes que en su oficina.
Es un hecho que la mala reputación de los diputados subsiste a la fecha; de ello da cuenta la Encuesta Nacional de Cultura Cívica 2020 (ENCUCI), pues reporta que, en el caso de los federales, sólo el 2.7% de los encuestados confía en ellos; mientras que el 39.2% confía poco y el 34%, absolutamente nada.
De tal manera, cualquier iniciativa para reformar el sistema político mexicano, que le meta mano a integración y dimensión del Poder Legislativo, para hacerlo más compacto y cercano a la ciudadanía, resulta una idea muy atractiva; pues el grueso de la población desconoce la función que corresponde a los diputados, de quienes sólo saben que: son un chingo, no trabajan, y ganan mucho dinero.
Dinero del pueblo.
Pues bien, atendiendo la voz del pueblo, y para honrar uno de sus compromisos de campaña, la Presidenta de la República anunció la semana pasada que, el próximo mes de febrero, al inicio del periodo ordinario de sesiones de las cámaras del Congreso de la Unión, presentará una serie de iniciativas en materia electoral que plantea, entre otros temas, suprimir la elección de diputaciones por el principio de representación proporcional, también conocidas como plurinominales.
No se han dado a conocer los detalles de la inminente reforma al sistema político mexicano, sin embargo, una de las razones que sustentaron esa idea desde el ocaso del mandato del ex presidente López, era que costaba mucho dinero sostener cámaras tan abultadas; y que la razón material e histórica que justificó la inclusión de los plurinominales no subsiste más, pues se afirmaba que, actualmente, gracias a las instituciones electorales y el robusto sistema normativo de la materia, existen condiciones para que cualquier partido político sea competitivo y pueda ganar una elección. Y sí, formalmente es así.
Sin embargo, es evidente que las expresiones políticas emergentes difícilmente pueden ganar una elección por voto directo, pues desde que se modificó el sistema político en 1977, para incluir a los plurinominales, el entonces partido mayoritario, se aseguró de incluir reglas que garantizaran que, en todo caso, el partido mayoritario, mantuviera tal condición, a pesar de la inclusión de las minorías políticas en la integración de la Cámara de Diputados.
Así que, aun en la actualidad, los partidos políticos con mayor participación en la integración de la Cámara de Diputados, tienen más probabilidades de ganar elecciones, por la simple y sencilla razón de que reciben una mayor proporción de recursos para la consecución de sus fines, como son: financiamiento público, tiempo en radio y televisión, entre otras prerrogativas (ver: “El Patrimonio de los Partidos” https://gilbertosalazar5278.blogspot.com/2019/12/el-patrimonio-de-los-partidos.html ).
Volviendo al punto; el anuncio de la reforma al sistema político, en particular en lo relativo al redimensionamiento e integración de las cámaras de diputados y senadores, se sustenta en la idea de acotar el control que ejercen las dirigencias de los partidos políticos para encartar a familiares e incondicionales en las listas de representación proporcional; y, junto con la reinstauración de la prohibición de la reelección inmediata, establecer condiciones para revitalizar la función representativa que corresponde a diputadas y diputadas.
Se trata pues de integrar incentivos para que en lo subsecuente, quienes aspiren a ocupar un escaño en la Cámara de Diputados, establezcan un vínculo con la población que habita en el distrito que pretendan representar más allá de la campaña electoral; y sobre todo, que lo mantengan durante el ejercicio de su gestión, pues se espera que, al depender su futuro político de la buena opinión que tengan sus electores respecto de su quehacer, y no de la dirigencia del partido, realizarán con mayor diligencia la función que tienen encomendada, procurando el beneficio colectivo y no el particular de la cúpula partidista.
¡Suena bien!; es innegable que es imperativo meterle mano al sistema político, pues existen una serie de reglas que se dieron con toda la intención de mantener el monopolio en la postulación de candidaturas, disposición que ha determinado el distanciamiento entre ciudadanía y partidos políticos, pero más aún, entre la población y sus representantes populares; pues derivado del actual arreglo institucional, diputadas y representantes se han erigido en personeros de las dirigencias de los partidos políticos, antes que como verdaderos representantes populares.
Sin embargo, si la próxima reforma al sistema político supone la modificación de las reglas para la integración del máximo órgano de representación política del País, es indispensable que el eventual “nuevo pacto”, se construya escuchando a todas las voces que tienen algo que decir, como son, desde luego, partidos de oposición, la comunidad académica, así como las organizaciones de la sociedad civil que con su experiencia podrán enriquecer la propuesta, y sobre todo advertir los riesgos que pueda suponer determinado arreglo institucional.
Esperemos que cese la prisa por resolver las reformas a la Constitución fast track, y se realice un verdadero ejercicio de parlamento abierto, mediante la realización de foros de consulta. Considero que repensar el modelo de participación política nos ofrece a todos los mexicanos la oportunidad de reconciliarnos, y ponernos de acuerdo en la forma en que podamos sumar en la construcción de un México más próspero e incluyente.
Quizá sea esperar demasiado, sin embargo, me mantengo optimista, pues como solía decir Winston Churchil, ¡Soy optimista, no parece muy útil ser otra cosa!