La imagen de las y los candidatos
La vuelta a Veracruz en un teclazo
Yamiri Rodríguez Madrid
Dicen que el hábito no hace al monje, pero cómo le ayuda. La imagen de un candidato, de un político es complementaria a su propuesta, a su trabajo; sin embargo, muchos la descuidan o la exageran. No se trata de ser figurines de pasarela, pero una camisa de la talla correcta, un saco bien hormado, unas mangas que no los hagan lucir como Tontín y hasta unos zapatos lustrados, también comunican.
Pese a ser un elemento importante de la comunicación política, son pocos los que le invierten a proyectar una imagen correcta, su mejor versión. Sin que suene a prejuicio de género, hay funcionarias que invierten en cirugías plásticas, pero no en tener un manual de imagen pública y recalco pública porque no es lo mismo vestirse para ir a una boda que para acudir a una conferencia.
Hay, entre hombres y mujeres, también una fiebre por la etiqueta y el logo, olvidándose que a muchos ciudadanos les parece insultante que gasten miles de pesos en zapatos, relojes y bolsos. Hubo una época que, en gobierno del estado, calzar Ferragamo era como el calzado obligatorio de la escuela.
Al no invertir en imagen pública, muchos desconocen cuál es el estilo que tienen, los colores que les favorecen, el tipo de armazón a utilizar y hasta el corte de cabello que mejor les va y mezclan uno con otro, la noche con el día, vaya no plasman siquiera una personalidad.
Todo esto viene a colación porque cada cambio de Congreso de la Unión, de Congreso Local y de gobierno, las y los nuevos funcionarios llegan siendo uno y salen siendo otros. Unos son agarrados para el escarnio por la manera en que llegan a tomar protesta, ya sea porque lo que visten no corresponde al acto protocolario o porque van haciendo derroche de marcas, aunque sean piratas.
En la profesionalización de la política, por si aún queda interés, la imagen pública es una parte importante pues, al final, como dicen: a como te ven te tratan.
@YamiriRodriguez