Redacción / Milenio. México. 1 de noviembre del 2023.- Bastaron algunas horas para que ‘Otis’ se convirtiera en un fenómeno natural histórico en México: el huracán escaló a la categoría más alta en casi 12 horas, provocando devastación en la perla del Pacífico.
Los pronósticos estuvieron lejos de acertar, no se había reportado característica alguna que pudiera anunciar lo que vendría para Acapulco, uno de los principales puntos turísticos de Guerrero.
Horas antes de su llegada, pobladores y turistas pasaron su día con relativa normalidad, no había alerta más que los indicios de una tormenta intensa.
Sin embargo, una compleja mezcla de elementos meteorológicos y oceánicos dieron origen a un poderoso ciclón tropical categoría 5 que desató fuertes vientos que se llevaron consigo techos de lámina y borraron los caminos al arrastrar la arena.
Así, el panorama para las playas de Acapulco quedó marcado por el vertiginoso paso de la ‘máquina’ movida por aire caliente y húmedo que cobró la vida de más de 40 personas y dejó desaparecidas a otras 58.
La intensidad del evento también dificultó a la comunidad científica precisar la información en tiempo real, ya que algunos de los instrumentos de monitoreo se perdieron, como pasó con dos del Servicio Mareográfico Nacional de la UNAM.
Poco antes de que los vientos las destruyeran, alcanzaron a captar información con la que hoy se sabe más sobre Otis. Esto fue lo con encontraron:
Los datos recuperados
Llovía y la temperatura era cálida, eran alrededor de las 22:00 horas del 24 de octubre cuando de manera intempestiva la rapidez del viento comenzó a cambiar.
Según los registros obtenidos por el Servicio Mareográfico Nacional en ese momento los vientos del huracán ‘Otis’ pasaron de 10 a 40 metros por segundo, es decir, se hicieron cuatro veces más veloces en solo dos horas.
De acuerdo con Benjamín Martínez López, investigador del Departamento de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático de la UNAM, fue en las aguas cálidas del Pacífico ecuatorial en donde el ciclón ganó impulso, pues le sirvió de combustible para arrasar con la ciudad.
Gracias a la temperatura del agua, en tan solo 12 horas el huracán logró pasar de vientos de 100 km/h a otros por arriba de los 260 km/h (más del doble de la velocidad con la que puede ir un automóvil en una autopista), rompiendo todos los récords de intensificación en el noreste del Pacífico.
Los datos, que fueron rescatados por dos investigadores del Grupo de trabajo del Servicio Mareográfico Nacional, revelaron que entre las 22:00 y 23:00 horas de ese día, la dirección del viento se mantuvo prácticamente constante.
Además, la temperatura descendió de 28° a 23°C y la presión atmosférica tuvo una caída súbita.
Poco antes de que diera la media noche, el ruido ocasionado por el viento ya era ensordecedor y las lluvias azotaban con toda fuerza al balneario guerrerense. Sin embargo, aún no llegaba lo peor.
Dentro los valores que se dispararon están los de la humedad, que antes de la llegada del huracán estaba en un 60 por ciento.