Queridos hermanos y hermanas en Jesucristo:
La fiesta de Todos los Santos y de los Fíeles Difuntos ocupa un lugar importante en nuestra tradición religiosa mexicana. Es una oportunidad para acoger el Evangelio que ilumina el sentido de nuestra vida y de nuestra muerte.
Un día, en una familia falleció uno de sus miembros, Jesús llegó. Jesús amaba a esta familia formada por Marta, María y Lázaro. Eran sus amigos muy queridos. Marta, con toda la confianza de quien se sabe amada, reprocha a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano “. Jesús entonces le anuncia la Buena Noticia: “Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre. ¿Crees tú esto? Marta, desde lo profundo de su corazón adolorido por la muerte de su hermano y desconcertada porque ella pensaba que Jesús no había estado presente, contesta: “Si, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios “(cfr. Jn 11, 1-27).
El hecho de la muerte es una realidad, algo inevitable. Morirán nuestros seres más queridos y cada uno de nosotros también morirá. “La certeza de morir nos entristece pero nos consuela la certeza de la futura inmortalidad”. “Sabemos que Jesús murió y resucitó, y que de la misma manera Dios se llevará consigo a quienes murieron en Jesús” (1Tes 4, 13-14).
Jesús, Palabra de Dios hecha carne y dirigida a nosotros, ilumina el sentido de nuestra vida y de nuestra muerte. Gracias a su muerte y resurrección, sabemos que: “si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así que, ya vivamos o muramos, somos del Señor“ (Rm 14, 8).
La fiesta solemne de Todos los Santos celebra a todos nuestros hermanos que, redimidos por Jesucristo Nuestro Señor, han vivido y muerto en comunión con El, y ahora gozan de la felicidad eterna.
El día de los fieles difuntos recordamos a nuestros hermanos que murieron en la esperanza de la resurrección. En este día también volvemos nuestra mirada hacia nuestro Señor Jesucristo. Ha padecido la muerte, pero la ha vencido con su resurrección. Ha puesto su confianza en Dios y Dios no lo ha abandonado, sino que lo ha resucitado haciéndolo sentar a su derecha en su trono de gloria.
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El Papa Francisco nos recuerda que la esperanza es el don de Dios que nos atrae hacia la vida y la alegría eterna. Es un ancla que tenemos del otro lado. El Dios de la vida y nuestros seres queridos difuntos nos recibirán allí. Vivir la esperanza es aferrarse fuerte a la cuerda del ancla que es Cristo, sabiendo que el ancla está ahí y no defrauda
Al inicio del mes de noviembre, demos gracias a Dios por su Hijo Jesucristo vencedor de la muerte, alabémosle por la gloria de Todos los Santos, pongamos en sus manos a nuestros fieles difuntos, y pidámosle que nos conceda la gracia de que, unidos a Él, vivamos nuestra vida y nuestra muerte confiándonos totalmente a Dios nuestro Padre y abandonándonos en sus manos; porque de Él procede la salvación y la vida para siempre.
<< Con María, todos discípulos misioneros de Jesucristo >>
Xalapa de la Inmaculada, Ver., 30 de octubre de 2023.
♰ Jorge Carlos Patrón Wong.
V Arzobispo de Xalapa.