Muere Astrud Gilberto, la voz de Chica de Ipanema
- La cantante fue timbre e imagen de la edad dorada de la cultura brasileña
Redacción / Agencia. Río de Janeiro, Brasil., 06 de junio de 2023.- Astrud Evangelina Weinert, la cantante que se dio a conocer en el mundo como Astrud Gilberto, ha muerto a los 83 años, según ha comunicado su nieta Sofia en un mensaje de Instagram. Astrud fue la mujer que puso voz a Garota de Ipanema, la composición de Vinícius de Moraes y Antônio Carlos Jobim fue el timbre y la imagen de la edad de oro de la cultura brasileña. Los años de la bossa nova, de la arquitectura racionalista y de la promesa de un mundo feliz.
Gilberto ha muerto en el mismo año que sus colegas Rita Lee y Gal Costa y cuatro años después de la desaparición de Joâo Gilberto, el compositor con el que se casó y del que tomó su apellido, el más virtuoso de los músicos de su generación y el que, con su vida errática y solitaria, se convirtió en el negativo de aquellos años de inocencia. Entre los cuatro se podría narrar la historia de la música popular brasileña.
n ese relato, las grabaciones de Astrud, con veintipocos años y una imagen casi adolescente, son una especie de reserva de inocencia perdida. La cantante, según la versión oficial, apenas era la chica de al lado que pasaba por allí y que se convirtió en estrella por casualidad. Astrud, hija de un profesor de idiomas alemán, se había casado con el atormentado Joâo Gilberto. Cuando el guitarrista se cruzó con el saxofonista Stan Getz para explorar en la fusión entre la canción popular brasileña y el cool jazz, hubo un momento en el que hizo falta que alguien cantara unos versos. Como Astrud tenía buena dicción en inglés, se acercó al micrófono y el cielo se abrió sobre Nueva York, la ciudad en la que se grabó aquel disco, Getz/Gilberto (1963).
Astrud ni siquiera apareció en los créditos del disco, pero los productores del sello Verve tomaron nota de aquel talento natural y lo pusieron bajo la tutela de Antonio Carlos Jobim, un músico más paciente y relajado que Jôao Gilberto. De Jobim circula la leyenda de que componía melodías como Garota de Ipanema como si se las encontrase en el viento, sin apenas cambiar de humor. De Jôao, en cambio, hay mil historias sórdidas que se destaparon en su muerte en soledad. En 1964, la cantante se negó a tocar en una gira con su marido y con Getz, que, con su aspecto de caballero encantador, también tenía un espíritu autodestructivo y terrible. La discusión terminó en divorcio.
Todo aquello ocurrió entre 1962 y 1966.
En aquella época, el mundo se llenaba de mujeres cantantes como Astrud, angelicales y a la vez radicalmente modernas. Audrey Hepburn había hecho de Holly Golightly y había cantado Moonriver en 1961, Françoise Hardy había debutado en 1962 y Rita Pavone, en 1963, por poner tres ejemplos. Astrud, respondía a la misma demanda de nuevas imágenes femeninas, aunque con un matiz diferente, quizá más aristocrático y distante. Después del éxito colosal de Garota de Ipanema, su carrera se dirigió hacia el jazz. Grabó con un disco con Stan Getz antes de emanciparse del todo y otro con Gil Evans. Y dejó un título que parece decirlo todo: A Certain Smile, A Certain Sadness. Cierta sonrisa, cierta tristeza.
La imagen de Astrud está también modelada por lo que vino después: en 1967, la música popular brasileña entró en una etapa nueva, más transgresora y menos delicada. Los músicos del tropicalismo, Caetano Veloso, Gilberto Gil, Gal Costa y compañía, traían un equipaje diferente: más que el jazz, les importaba el rock y más que la canción brasileña les gustaba la samba. Eran irónicos y hablaban de la dictadura y del sistema consumista. En algún punto, los caminos de las dos generaciones se cruzaron: Elis Regina cantó con Tom Jobim Aguas de março, como si fueran el bello y la bestia. Pero Astrud ya estaba en otro sitio, en algún paraíso donde las melodías eran nitidísimas. Su último disco en Verve apareció en 1969. Hizo un intento más en 1970. Y más o menos se evaporó del mundo, para convertirse en un recuerdo celestial que periódicamente volvía a la conversación pública.
Fuente: El Mundo