La prolongada agonía de la sociedad opulenta
Tercero Interesado
Carlos Tercero Solís
Con una lucidez y trascendencia extraordinaria, el filósofo italiano Augusto del Noce, describió “La agonía de la sociedad opulenta”, en el entorno de los totalitarismos del siglo XX, caracterizada por la abundancia material, la falta de sentido de la vida y la ausencia de valores trascendentales. Del Noce señaló que la modernidad nos llevaba a una crisis de valores que se refleja en la pérdida de la noción de lo sagrado, la religión y la moralidad en la sociedad, con una subsecuente crisis de identidad en la que el hombre pierde el sentido de su existencia, reduciendo el espíritu humano a un cuerpo inerte que se ajusta a un sistema instrumental en una sociedad que se enfoca en la acumulación de riqueza y poder, lo cual a su vez detona en las mujeres y hombres de la modernidad, una situación de prolongada agonía, en la que el hombre (como género humano), ha perdido la capacidad de aspirar a algo más allá de sí mismo.
El pensamiento de Del Noce encuentra eco en la actual circunstancia política y económica que se vive en México; nuestro país ha experimentado un proceso de modernización acelerado que ha llevado a la consolidación de una “sociedad opulenta” no propiamente en la acepción de riqueza económica, sino en cuanto al acopio de una concepción instrumental de la razón, pues inequitativamente tanto la riqueza como el poder, se concentran cada vez más, en un pequeño grupo de personas, mientras que la inmensa mayoría vive en condiciones de pobreza y exclusión, que le hunde cada vez más en una profunda crisis de identidad en la que los valores trascendentales han sido reemplazados por una cultura de la violencia, corrupción e impunidad, en una sociedad proclive a perder el sentido de la vida, convirtiendo a la población en víctima de un entorno que privilegia el bienestar personal por encima del bienestar colectivo de las personas; y en este contexto, la reflexión de Del Noce sobre la importancia de los valores trascendentales cobra plena vigencia pues, si bien el pensador italiano argumenta que la religión y la moralidad son fundamentales para el desarrollo de una sociedad justa y equitativa en la que los derechos y la dignidad de las personas sean respetados, aun en el estado laico, debemos de reconocer que, la recuperación de los valores trascendentales es fundamental para superar esta prolongada “agonía de la sociedad opulenta”, pero ello requiere un compromiso, una enorme corresponsabilidad por parte de todos y cada uno de los actores y sectores de la sociedad, incluyendo principalmente a líderes políticos, empresariales y religiosos, para construir una cultura de justicia e igualdad social, con una solidaridad que se desarrolle ante el más irrestricto respeto a los derechos humanos.
México vive un despertar de las clases medias que bien pudiera ser el resultado la prolongada agonía de la sociedad opulenta que preclaramente advirtió Del Noce; pues las clases medias, históricamente beneficiarias de las políticas neoliberales, han comenzado a cuestionar el sistema que ha generado tanta desigualdad y exclusión y hoy, toma las calles para manifestarse contra acciones del gobierno en un llamado a la participación ciudadana y la construcción de una sociedad más justa y democrática; en un símil de la rebelión de las masas que analizó Ortega y Gasset en su momento. “La rebelión de la clase media” representa una toma de conciencia de las capas sociales que históricamente se han beneficiado del sistema, pero que ahora se han dado cuenta de que el costo humano y social que se ha pagado para llegar a la sociedad opulenta no es sostenible. Los autores Guillermo Velasco Barrera y Rodrigo Solá Villalobos, han editado recientemente un valioso trabajo en este sentido, aunque con un enfoque más puntual respecto a generar una ciudadanía políticamente más activa y atenta al resguardo de la democracia y la vida institucional, tema en el que la Ministra Presidenta Norma Lucia Piña Hernández, se ha expresado correctamente al señalar que: Todos los males de la democracia pueden curarse con más y más democracia.
Carlos Tercero
3ro.interesado@gmail.com