Queridos hermanos y hermanas:
El Evangelio nos narra la experiencia vivida por unos pastores a los que, en medio de la noche, de la oscuridad y del frío, Dios envía un ángel, un mensajero. De repente, “la gloria del Señor envolvió en su luz a los pastores. (Lc 2,9). Los pastores eran personas pobres, sencillas; con muchos motivos para no esperar grandezas en la vida. Es decir, pertenecían al grupo de los predilectos de Dios, de los necesitados de salvación. Ellos se ven envueltos por la gloria de Dios, por su presencia que los acoge, los abraza y los ilumina con su luz. Esta presencia de Dios es lo que provoca en ellos el asombro reverencial ante la grandeza de su majestad divina.
“El ángel les dijo: no teman pues les anuncio una gran alegría, que lo será para ustedes y para todo el pueblo, hoy les ha nacido, en la casa de David, un Salvador, que es el Mesías, el Señor” (Lc 2, 10-11). Dios, por medio del ángel, anuncia a los pastores, a los necesitados de salvación, es decir, a todos nosotros una grande alegría porque hoy nos ha nacido nuestro Salvador, Jesús su Hijo amado.
El motivo de nuestra alegría es Jesucristo nuestro Salvador porque en Él se nos hace visible el amor infinito de Dios por nosotros. San Juan nos lo dice con estas palabras: “Dios nos ha manifestado el amor que nos tiene enviando al mundo a su hijo único, para que vivamos por él” (1 Jn 4, 9). El mismo evangelista nos recuerda cuál es el corazón del amor: “el amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo como víctima por nuestros pecados” (1 Jn 4, 10).
Es sabido por experiencia que nosotros somos felices cuando amamos y somos amados. Lo que nos llena de alegría es el amor, y Jesucristo es el rostro del amor del Padre. Por eso San Pablo nos exhorta: “estén siempre alegres en el Señor; les repito, estén alegres” (Flp 4, 4). La fuente de nuestra auténtica alegría es el Hijo de Dios hecho hombre que nos colma del amor de Dios, por eso su nacimiento nos llena de alegría y de esperanza. Esta es la razón por la cual nos felicitamos deseándonos feliz Navidad.
Queridos hijos, hermanos y hermanas, desde lo profundo de mi corazón, deseo que en estas fiestas navideñas el Hijo de Dios recién nacido venga al encuentro de cada uno de nosotros, de nuestras familias y comunidades, que nos colme de su amor, alegría y paz para compartirlo con todos aquellos que nos rodean, especialmente los más necesitados y los que sufren.
Que nuestro deseo de feliz navidad se transforme en la participación activa, gozosa, familiar en la Eucaristía de Navidad y en gestos y actitudes de fraternidad y paz que tanto necesitamos en Veracruz y en todo México.
¡Feliz Nacimiento de Jesucristo!
“Con María, todos discípulos misioneros de Jesucristo”
Xalapa de la Inmaculada, Ver., 24 de diciembre de 2022
- Jorge Carlos Patrón Wong,
V Arzobispo de Xalapa